Los cinco 06 - Los cinco en la caravana by Blyton Enid

Los cinco 06 - Los cinco en la caravana by Blyton Enid

Author:Blyton, Enid [Blyton, Enid]
Format: epub
Tags: Desconocido
Publisher: Desconocido
Published: 2009-12-28T22:11:22+00:00


CAPÍTULO XIII

JULIÁN IDEA UN PLAN

Jorge estaba temblando. Sus piernas se negaban a sostenerla y se dejó caer en el banco de piedra, abrazándose a su perro. —¡Ay, Tim, esa carne era para ti! ¡Gracias a Dios, gracias a Dios que fuiste tan listo como para no tocarla! ¡Ahora estarías envenenado!

El perrazo daba lametones a su ama, como si pretendiera consolarla. Los demás los miraban mohínos, sin saber qué hacer. Pobre Ladridos, ¿moriría? ¿Y si hubiese sido Tim? Le habían dejado solo todo el día y podía haber comido la carne.

—Nunca, nunca más te dejaré aquí solo —repetía Jorge.

—¿Quién le echaría esa carne envenenada? —preguntó Ana, con un hilo de voz.

—¿Quién iba a ser? —le contestó su prima con voz áspera y burlona—. Lou y «Tigre Dan».

—Está claro que se han empeñado en que nos marchemos —dijo Julián—, pero, ¿por qué?

—Por lo menos es seguro que pretenden quitar a Tim de en medio, pero tampoco alcanzo a comprender el porqué —apuntó Dick.

—¿Qué puede haber aquí que haga desear a esos hombres que dejemos el campo libre? —se preguntaba Julián en voz alta—. Son unos verdaderos canallas. ¡Pobre Nobby! Ya es bastante horrible verse forzado a vivir con ellos. Y ahora van y encima le envenenan a su perro.

Aquella noche, nadie demostraba sentir mucho apetito. Ana sacó el pan, la mantequilla y un tarro de mermelada. Jorge no quiso ni probarlo. ¡Qué final más trágico para un día tan hermoso! Se acostaron pronto y nadie protestó cuando Julián les anunció que iba a cerrar los carromatos.

—No es que tema que vayan a volver esos dos tipejos, pero nunca se sabe...

Si vinieron o no, no lograron averiguarlo los chicos, pues, aunque por la noche Tim empezó de repente a ladrar y a arañar frenético la puerta cerrada, cuando Julián abrió la puerta y proyectó hacia afuera la luz de su linterna, no pudo ver a nadie.

Tim no volvió a ladrar. Se quedó muy tranquilo, si bien durmió el resto de la noche con una oreja en tensión. Entre tanto, Julián se agitaba en su cama, tratando de aclarar lo sucedido. Probablemente, Lou y «Tigre Dan» se habían acercado, amparados en la oscuridad, para comprobar si el perro había tomado el veneno y muerto. No obstante, al oírle ladrar, se habrían dado cuenta de que no le pasaba nada y entonces se habrían retirado a toda prisa. ¿Qué pensarían hacer ahora?

«Hay algo muy raro detrás de todo esto —se repetía Julián una y otra vez—, pero ¿qué puede ser? ¿Por qué quieren que nos vayamos precisamente de este rincón?»

Por más que lo intentó, no consiguió imaginarlo siquiera, y, por fin, desistió, maquinando vagos proyectos. Ya se los expondría a los otros al día siguiente. Quizá pudiesen hacer pensar a Lou y a Dan que se habían ido a pasar el día fuera, con el perro. En realidad, él se quedaría escondido y, si Lou y Dan se acercaban por allí, cabía en lo posible averiguar algo...

Julián se quedó dormido mientras calculaba su plan. Como



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